Entrevista

Entrevista con la hermana Margaret Carney sobre San Francisco y la Fundación del Día de San Francisco

 

Entrevista Completa

Hoy en día, las personas que vienen a Asís se encuentran con un lugar hermoso y con un ambiente espiritual. Durante su vida, era un lugar muy violento. Había tensión civil y resistencia armada entre la clase superior y la inferior. Había conflictos armados entre diferentes ciudades, las cuales eran básicamente ciudades estado. El llamado a la paz era verdaderamente contracultural. Incluso, era un poco peligroso. Una persona así era considerada extraña. Incluso se la podía considerar certificadamente inestable. Él hacía un llamado de paz porque entendía que toda la creación estaba relacionada. Y, si bien no era capaz de utilizar la terminología científica y teológica que se usa hoy en día, de cierta forma, tenía los instintos de un poeta o un músico. Expresaba esas ideas con poemas y música.

Hoy en día, nos vemos bajo el papado de alguien que reconoce a las necesidades del corazón humano. El papa Francisco utiliza el poder de su voz para traer a la superficie estas mismas temáticas, pero ahora, en el siglo XXI. Las ilumina con el entendimiento de lo que ocurre en la esfera política, la esfera cultural y la esfera doméstica. Es extraordinario porque es como si, de repente, ocho siglos se desvanecieran y tuviéramos a dos hombres llamados Francisco haciéndonos una invitación.
Yo diría que se ve una reiteración cuando se comparan los escritos de Francisco con los del papa Francisco. Sin embargo, el papa Francisco amplía y, de hecho, ilumina las inspiraciones tempranas de Francisco de Asís al demostrar de qué manera podemos entender en nuestro tiempo la dinámica de la paz.

Por ejemplo, en Fratelli tutti, el capítulo en el que describe el proceso de reconciliación debería ser un manual para toda persona que trate de resolver un conflicto. No se trata de una trivialidad espiritual; creó un plan: ¿cuáles son las etapas de la reconciliación? Pienso que Francisco puede ser, de alguna forma, una inspiración. Francisco de Roma nos está dando un manual que dice: “No los invito con una homilía. Estoy tratando de ser una guía y un líder concretizado en el contexto de cualquier situación pastoral o iniciativa cívica...”.

Cuando Clara llegó al lado de Francisco, era una jovencita que reconoció que lo que los frailes intentaban hacer era ayudar a que las personas comunes comprendieran el significado del evangelio. Nosotros podemos darlo por sentado porque somos una sociedad alfabetizada. Las personas de su sociedad eran analfabetas. Por lo tanto, no tenían herramientas para comprender la palabra del evangelio. Eso era lo que Francisco les daba. Predicaba sermones breves y prácticos que generaban una reacción: “¿Era eso lo que Jesús decía? ¿Lo sabíamos? No, no lo sabíamos”.

Clara se sintió muy atraída por eso y decidió unirse a los hermanos. Por supuesto, para evitar los escándalos o la sensación de que se estaba haciendo algo incorrecto, vivió en un pequeño monasterio abandonado que había sido de los benedictinos durante años. Otras mujeres se unieron a ella y es probable que, al comienzo, ella y las mujeres que se le unieron ayudaran ofreciendo un lugar de paz para las personas enfermas. Había un hospicio allí. Poco a poco, la Iglesia insistió en que las hermanas vivieran en un lugar cada vez más cerrado, en un claustro. Como resultado, fue poco después que las mujeres que querían estar completamente disponibles para cuidar a los enfermos, huérfanos y demás formaron otro tipo de hermandades.

Pero, al comienzo, Clara era sin dudas una persona cuya vida de oración y contemplación sería como una estrella guía para Francisco. Cuando debía tomar ciertas decisiones, solía a enviar un mensajero para pedirle que rezara. En el comienzo, cuando ella y las primeras hermanas se unieron a los franciscanos, Francisco vivía principalmente en Italia, así que a veces iba donde ella estaba y conversaban. Luego, Francisco viajó, fue a la tierra santa y los frailes se expandieron por toda Europa. Sin embargo, en sus últimos días, enfermó mucho y se lo llevaron a Clara nuevamente para que lo cuidara. Y fue cuando Clara trataba de ayudarlo a recuperar su fuerza física que Francisco escribió su hermoso “Cántico de las criaturas”. Muchos creen que fue el hermoso resultado de su reencuentro con Clara y de la posibilidad de volver a compartir sus sueños de paz y de predicación del evangelio. No es una canción alegre de alguien que pasea por los campos. En realidad, tenía una enfermedad en los ojos que hacía que le resultara doloroso ver el sol. Es en este momento que Francisco reúne en su escrito todos los elementos de la naturaleza y los pone en un contexto que dice: “Junto con la naturaleza, alabamos a Dios”.

Tal vez resulte irónico que se identifique a Francisco con la alegría, la simpleza, la poesía y la música porque, en toda su vida, el tema que estuvo presente fue la cruz. Su conversión religiosa comienza con el mensaje de la cruz y con el cuidado de los leprosos. San Buenaventura, en su libro Vida de san Francisco, describe en un pasaje hermoso siete visiones de la cruz hasta el punto en que Francisco recibe los estigmas en el monte La Verna. De hecho, mañana se conmemoran los estigmas de Jesús que recibió Francisco. Esa es la fiesta de mañana, 17 de septiembre.

Creo que, hoy en día, estamos presenciando el florecer de una nueva forma de acercamiento y colaboración entre las personas. Si no lo entendíamos antes de la pandemia, ciertamente lo entendemos ahora. La pandemia nos obligó a combinar las relaciones en el plano físico con las relaciones en el plano virtual. Creo que las actividades más importantes que surgirán ahora serán impulsadas por las personas que tienen una visión junto con aquellas que tienen las capacidades técnicas de amplificar esa visión tanto como sea posible.

Hay un grupo que puede ser un ejemplo de esto. Confieso que no sé mucho sobre ellos, pero me fascinan. Hay un movimiento que se llama Economía de Francisco que tiene un desarrollo muy importante aquí, en Europa, pero también existe la contraparte americana que surge de una comunidad laica europea, los focolares, fundada por Chiara Lubich. Ellos trabajan con jóvenes que acaban de terminar sus estudios de negocios o sus estudios universitarios y les preguntan: “¿Qué es una economía justa?” No se sientan y se vuelven locos discutiendo sobre el uno por ciento contra todos los demás, sino que trabajan con preguntas como: ¿Cómo se crean los sistemas? ¿Cómo se crean las leyes? ¿Por qué se permite que continúen las violaciones que hacen que un grupo siga enriqueciéndose a costa de otro que se empobrece? Entonces, hay una generación de jóvenes inspirados por Francisco que aplica su experiencia académica y profesional a la cuestión moral.

Uno de los mayores desafíos y oportunidades que tenemos hoy en el campo de la educación es el de formar a una generación de jóvenes mujeres y hombres que nacieron en esta cultura —nacieron con un control remoto o un mouse en la mano— para que se conviertan en emprendedores que abran el camino para que la tecnología pueda ser usada para el bien común. No tendremos posibilidad de superar el uso maligno que se le da en todas partes si no compartimos la experiencia y los conocimientos sobre cómo enfrentar este desafío tan importante y crear una alternativa.

Creo que corremos el riesgo de retroceder y transformarnos en luditas, si se quiere, por miedo a los excesos. En lugar de eso, deberíamos involucrarnos y preguntar: “¿Cómo podemos crear una solución que resulte atractiva para las personas de buena voluntad?”. Creo que ese es el desafío de la religión. De la misma forma que, cuando no había nadie que cuidara a los pobres y a los enfermos, surgieron las congregaciones religiosas. Necesitamos una congregación religiosa de comunicadores.

Hay tantas personas de las generaciones más jóvenes que hallaron formas increíbles de presentar ideas y ayudar en diferentes causas —una misión en África, una escuela pobre en Perú y demás— por medio de las redes sociales. Esto me llena de esperanza, porque creo que hay personas jóvenes —y personas no tan jóvenes— que lo están intentando en este preciso momento.

Uno de los aspectos interesantes de Francisco en su época es que él había recibido una educación. Sabía leer y escribir. En la Basílica de San Francisco, justo detrás de mí, hay un pequeño pergamino con una bendición escrita por él. Ahora bien, en Asís, en el siglo XIII, ser capaz de leer y escribir era como ser Steve Jobs hoy. Las personas no sabían hacerlo. Él era consciente de su habilidad y le enseñó a leer y escribir a sus compañeros para hacer copias de sus cartas y distribuirlas, porque esa era la forma en que las personas se comunicaban. En esa época, las personas solían reunirse cada vez más alrededor de alguien que sabía leer para preguntarle: “¿Qué dice este texto?”.

Me gusta pensar en eso porque creo que Francisco entendió que podía hacer algo que el resto de su cultura no sabía hacer. Entonces, utilizó esa habilidad para predicar el evangelio a las personas que buscaban ser conocedoras de Jesús.